Naci en Ft. Lauderdale, en el estado de Florida. Mi madre es de Madrid y mi padre de Minnesota. Viví en Florida los 10 primeros años de mi vida. Después, nos mudamos a Austin, en Texas y luego a Washington DC. Fui siempre a colegios públicos y aunque odiaba ir al colegio, los últimos cuatro años fueron muy importantes para mi. En High School aprendí mucho sobre actuación, era un programa Magnet de teatro del condado de Fairfax. Gané un par de premios. Uno en especial me hizo mucha ilusión, fue una adaptación de Romeo y Julieta, y me costó aprender a hablar el idioma de Shakespeare, sobre todo por mi dislexia, con la que he tenido que luchar desde pequeña.

No recuerdo nunca haber querido ser nada en la vida más que una actriz. No tenía plan B, no lo tengo todavía.
No he sido tímida, ni he tenido lo que llamamos, sentido del ridículo. Mi madre recuerda una vez, que desaparecí de la mesa en un restaurante de Georgetown y cuando pensaban que estaba en el baño, oyeron por micrófono anunciar que iba a cantar con la life band. Eso pasó muchas veces.

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He tenido la suerte de conocer muchas partes de los Estados Unidos. A mi país lo llevo en el corazón.
Regresamos a España, la tierra de mi madre, cuando yo tenía 20 años.
No voy a mentir y decir que no hubo choque de culturas, pero mi madre me enseñó el idioma desde pequeña y aprendí mucho de ella, así que no fue tan drástico para mi. Me encanta vivir en Madrid. Aquí creo que se vive más la vida, se disfrutan más las cosas. Enseguida me hice amigos y me acostumbré al horario y la vida española. Además mi familia está aquí y aunque mis padres ya no están juntos, mi padre sigue en Madrid y vive cerca de mi.

He viajado a muchos países en Europa, me encanta conocer otras culturas. La suerte que he tenido de vivir en diferentes sitios y viajar tanto, me ha hecho ser abierta y aceptar a la gente como es. Creo que es una de mis mejores virtudes.